
ese mismo rostro que buscaba
no lo encontré:
"... quizá tu amor habite ahora en medio de aquellas gentes,
de aquellas arenas y selvas",
me había dicho a mí mismo.
Pero la exacta mirada de aquellos ojos;
la sonrisa misma que confuso aún yo buscaba
allí no estaba.
Encontré miríadas de otros ojos.
Sonrisas tan humanas, [¿dudáis aún? no pienso]
tan dulces como la añorada aquella,
la suya, su mirada ! [Todavía hoy escondidos
entre oscuras estrellas lejanas
sus fulgores cercanos]
Miles de tiernas,
dulces miradas salieron a recibirme
y ya NUNCA MÁS de mí se separaron.
Conmigo viajaron
pegadas al vibrante
gélido acero de alas grises
pegadas al vibrante
gélido acero de alas grises
que me devolvían ya
[ay, qué veloces]
a estos páramos del Norte:[ay, qué veloces]
y ... desde aquel añorado entonces,
¡ NUNCA MÁS mi norte !
¡ NUNCA MÁS mi norte !
3:26,13
Aquel hombre, que intuyó la novedad de una posible marca iniciática sobre mi piel, me había pedido que investigara en primer lugar si su suposición pudiera estar acertada.
ResponderEliminarY en caso de que mi propia subjetividad la sintiera como tal, que intentara profundizar en su posible significado. Nunca he creído ni creo en signos, símbolos, cábalas o destinos. Tampoco en marcas ni puntos iniciáticos en los caminos de cada persona.
Si me atrevo a escudriñar –pasado el tiempo– el cuaderno de bitácora de mi vida, veo la derrota de mis días y mis noches con sus rumbos ya trazados.
Es cierto. Quizá aquel hombre que me hablaba no iba descaminado pues, cuando aquel avión despegó con rumbo norte del aeropuerto de Maya Maya, la brújula de mi vida debió resultar dañada. O quizá solo alterada. No lo se muy bien.
Al parecer, nada esencial. Tuve suerte: nada grave. Pero creo que no volví a ser el mismo. Nunca más.