Tengo para mí que José el carmelita y yo llegamos a congeniar mucho. Mientras íbamos de tumbo en tumbo por la pista va y me
pregunta:
- ¿Qué soluciones ves tú para
estos pueblos? Nos miramos el uno al otro con una sonrisa de connivencia. Él aprecia mucho mis puntos de vista y coincidimos de forma increíble.
Después de un dilatado silencio le respondo:
- Están en la edad media.- ¿Media, no estarán en la prehistoria?, insiste él con sorna castellana.
- Si a mi vuelta a España me preguntan, estoy por responder que no se pueda hacer nada. Ya es tarde.
Olvidarlos y que mueran en paz. Nos costará poco: jamás los tuvimos presentes. Como decía un amigo cuando me despedía: el interés por alguien está en relación
inversa al cuadrado de la distancia al lugar donde se hallen. Si alguien tiene
problemas a cien metros de donde vivo puede que me interese algo por él. Si vive a miles de kilómetros, oh, la, la ... eso no es más que una
imagen de TV en mi salón: y si hay que hacer algo, para eso están
los gobiernos.
- Ja, ja ... -José se ríe-, al que quiera ayudar aquí le es más importante armarse de paciencia que
resucitar muertos, ja, ja. Lo decía san Juan de la Cruz, patrono de las misiones, que jamás pisó una.
Nota que en fotogramas finales y sentados en la casa del catequista, propietario de la tienda de Lébami, vi abrir con los dientes una lata de sardinas al muchacho de la izquierda, el que lleva camiseta blanca y malva: la vertió con todo su aceite sobre un puchero de arroz. Estaba muy bueno todo. Pasé allí mismo la noche para salir de cacería esa madrugada, pero me advirtieron que si escuchaba ruidos nocturnos estuviera tranquilo y no saliera fuera: eran orangutanes al olor de los restos de comida.
Nota que en fotogramas finales y sentados en la casa del catequista, propietario de la tienda de Lébami, vi abrir con los dientes una lata de sardinas al muchacho de la izquierda, el que lleva camiseta blanca y malva: la vertió con todo su aceite sobre un puchero de arroz. Estaba muy bueno todo. Pasé allí mismo la noche para salir de cacería esa madrugada, pero me advirtieron que si escuchaba ruidos nocturnos estuviera tranquilo y no saliera fuera: eran orangutanes al olor de los restos de comida.
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