lunes, 18 de noviembre de 2013

MINKANDÁ, Despedida en ráfaga (4:39,67)

De mi diario en Kellé,
jueves, 27 de agosto
 
"Hago retrato con diapositiva a Tibó, Destine, Henri, Erick. Y a Eva, Dorice, Bibiche, Pelagie, Cristal, Rita (filles servantes, que con un ritmo programado, muy ensayado, diferente según el tipo de ceremonia de que se trate, le imprimen a esta un sentido específico; el resto de la comunidad tiene ya el hábito de concentrarse en observar sus primeros pasos y compases para asimilar ese sentido y seguirlas: son ellas, las servantes de la forêt quienes imprimen el sesgo, la tonalidad de cada celebración). A través del 80/210 estaban preciosas ellas. Ellos radiantes.

Dedico la mañana a recoger material para el documental. Requiere atención, cuidado, limpieza, orden. Pulsadores, botones y palancas de las cámaras a docenas. Baterías cargadas, película suficiente por si surge la situación, el rostro, lo llamativo, lo distinto: y si no surge, a buscarlo venciendo la inercia de los acontecimientos. Cargo con la bolsa del equipo. Pesa lo suyo pero lo habitual es que tenga que establecer turnos entre espontáneos porteadores. Que no se peleen: la novedad, el honor de ayudar al mondele que les visita.

Con la cara por delante, sin miramientos. No me arrugo, me hago respetar. Que no noten mi miedo. Alguna situación requiere trípode. Meterse en vidas ajenas, siempre. Se establece una relación increíble; todos ríen alborozados cuando se ven luego a través del visor al pulsar review.
 
Ojalá que quienes en el futuro -pocos, muchos- vean estas imágenes que tanto me cuesta captar, gocen de su exotismo. Y, si es posible, sirvan para atemperar ciertas fronteras sutiles.

Recordaré embelesado los días vividos en el interior de este desconocido y hasta hoy para mí tan temido continente".
 
Despedida en ráfaga al amplio, fantástico elenco de actores y actrices
de los XXIV capítulos de la serie documental
 
MINKANDÁ YA MOBEMBO MOLAÍ
Cuadernos de Un Gran Viaje
(publicada en exclusiva para el blog JUBJUB © 2013)
Escenarios,  scripts, ayudantes de dirección, porteadores, extras, figurantes y algunas de las seductoras, deslumbrantes, inimitables guías-coreógrafas:
 
les Filles Servantes de la Forêt
 
   DISFRUTA ESTE   
  HOMENAJE DEL NORTE AL  
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(imágenes fijas arropadas en ritmos de Paul Simon)

viernes, 4 de octubre de 2013

Minkandá, CIVITAS DEI, cap xxii (clip 1:15,33)


Tengo para mí que a falta de dos Minkandá no se puede quedar en el tintero  el alma más profunda de este pueblo: Nzámbe, Dios en lingala. La auténtica Civitas Dei.

Nadie -pero cuando escribo nadie, es nadie- puede imaginar en ambos Congos  que algún humano dé la espalda a la realidad de la existencia divina. Se dirigen a Él con el Tata wa biso yo ozalí na likolo: Padre nuestro, que anda que Tú sí que estás en el cielo y no nosotros, que ya nos ves aquí adónde estamos, en los mismísimos antípodas. ¡Pero míranos, Padre, míranos ya de una vez, cómo estamos y cómo nos tienen estos hijos de  p...!

Nota sobre la marcha.- Me perdonan ustedes esta licencia de traducción algo libre del Padrenuestro adaptada a las circunstancias, los tiempos que corrían y corren aquí lo mismo que en el espacio africano: es para ganarle un poco de realismo al relato.

Bajo qué confesión importa menos. Hasta el más tonto hace un botijo pues existen sectas sin número. Casi todos los obispos han fundado una congregación religiosa con sus ritos, tabúes, vestimentas y sobre todo bailes. Mucho baile -hei, hei, hei!- mucho ritmo -hou, hou, hou!- (por Dios vivo que no te falte eso: si te falta ... fracasas; estoy en condiciones de asegurártelo).

Echa 'espíritus' al cóctel sin miedo, no seas tímido. ¿Te falta todavía algo? Sí, lo principal, un toque de magia. Es imprescindible así que tú verás cómo te apañas. Tampoco es tan difícil, no te desanimes. Jesucristo: oh, ese sí que era el rey de la magia, el rey del ndoki bueno. El mejor mago de todos. Qué diferencia abismal. Oraciones, cánticos en latín no te cuento: como no entienden ni papa esa sí es magia de la buena. Uf!, grandioso, derroche de magia!

Va un ejemplo. La joven Mamá Allelluia habla con los espíritus. Espíritu de vivo a 3.000 CFA y de muerto a 5.000, que equivale al sueldo de un mes. Quien lo tenga (nadie). Los fines de semana yo dormía arrullado por cientos de aleluyas del Saturday Night Fever que montaba la señora a escasos 50 metros de mi almohada: mucho tam-tam, ritmo ... y francos CFA.

Cuando alguien fallece, exequias de una semana. Cánticos, bailes, oraciones, tam-tam  y cerveza sin que la noche los interrumpa. Nadie sabe cuándo termina un baile y empieza una oración. Ni si el cántico es profano o la cerveza divina. Todo lo mismo, todo divino: Nzámbe.

En las ciudades -no digamos en la capital- más refinados. Circula más dinero y se nota. Grupos de 'mamás' creyentes (todas) se ponen de acuerdo. No es fácil pero compran 50, 150 metros de tela igual y se confeccionan un liputa, un vestido largo. Mismo modelo para todas, increíble pero cierto.

Qué estilo, qué tan vistosas resultan tocadas ellas con sus boinas y pañuelos. Lo puedes comprobar aquí sin ir más lejos:
 
1:15,33
 

MINKANDÁ, Cap XXI, (clip 3:23,63)


Tengo para mí que aquellas gentes son como estas. Nada especiales, oye.

Ni mejores ni peores.

Antes de viajar a África pensaba que los marcianos con antenas y los negros eran la misma cosa. Craso error: no tienen antenas, los marcianos sí. Todo el mundo sabía eso menos yo. Copulan mucho, creo. Quizá el doble que nosotros porque viven la mitad que nosotros (sobre esta cuestión no pude hacer estadística alguna y mira que me gustan). Como por otra parte tienen pocos entretenimientos pues empiezan a jugar a los trece, catorce años ejerciendo su biología con firmeza. En esa materia ni exámenes de septiembre ni repescas.
Cuando se matan entre sí son muy muy expeditivos. Rápidos: a razón de un cuarto de millón de cabezas por semana y sin gastar una bala (Ruanda, 1994). Ya dije: viven la mitad. A ese ritmo el holocausto solo le habría dado al bestia de Hitler para seis meses -de esto sí eché la cuenta- y además sin dejar huellas ni estúpidos daños colaterales. Pero a mí me parecieron pacíficos en general. Yo solo tuve que tirarme al suelo una vez para asegurarme de que no me cosieran a balazos. En otra ocasión me hicieron entrar manos arriba en un cuartucho de aduanas apuntado por tres o cuatro metralletas acusándome de espía (bah!, tonto, no te asustes, es que buscan propinas).
Claro que en aquellos años a mí me importaba un carajo irme al otro barrio. Marimar -fiel compañera de trabajo- se asustó al enterarse de que me iba a África: “mira, bonita, no me importaría morir debajo de un baobab –la tranquilicé–, otros se van a la legión, cielo: yo no puedo por la edad, sabes?”. Era una chica excelente y guapa; me quería y me quiere todavía.
 
Mangantes y chorizos pues como aquí. Los presidentes de esos países y sus cohortes se forran: les venden petróleo y materias primas a los golfos de sus amiguetes del norte* –apellidos ilustres que te suenan, dignos de todo respeto, eh–, y las cobran en sus CC personales de Suiza, París, etc. La ciudadanía que les vota no ha visto ni verá jamás un duro. De eso ya se encarga el FMI. Eso sí, la gente del partido que gana las elecciones, come: tarde y mal pero come.
 
 
Buena gente como digo. A mí solo me robaron lo justo. Cuando iba a cruzar el río Congo para ir a nuestra embajada en Kinshasa, va el aduanero y me pregunta relamiéndose de antemano el muy pillín:
- Sango nini, mondele, qué llevas en ese sobre.
- Documentos, le contesto.
- A ver, a  ver ... y sonríe con satisfacción el tío al ver cuatro billetucos esmirriados entre los papeles, que ya iba yo bien avisado por mi amiga Sor Ana.
- Mira, vamos a hacer una cosa –dice con educación el morenazo– tú te quedas la mitad y yo el resto, ¿qué te parece?
Qué me iba a parecer. El embajador español en el entonces Zaire tarda dos días en darme el pasaporte de mi hija Magalí.

- Perdona, chico, con esto de las masacres en Ruanda me tienen cosido a comunicaciones los del ministerio.

Me pone un coche oficial con chófer para regresar al embarcadero de vuelta a Brazzaville que yo hago gesto de rechazar.

-Estás tonto si crees que te voy a dejar volver andando al embarcadero. Te he dicho que no, que ni en taxi. ¿Quieres llegar en calzoncillos? Pues yo no quiero titulares en nuestra prensa. Hala, vamos, adentro y buena suerte, se despide de mí el tipo.

Agradecido por el detalle me sentí en ese coche como en casa: al fin y al cabo, estaba acostumbrado por mi profesión a los coches oficiales. Tan denostados hoy en nuestros lares patrios. Se lo agradecí en el alma. El miedo es libre -eso dicen- y en Kinshasa me sentí libre. Pero tan libre como nunca antes, os lo aseguro.

Y mientras atravesaba el río Congo en ferri –14 km entre ambas orillas– cruzados los dedos para que no cascase su único, viejo motor y no nos fuéramos por los rápidos para abajo (eso si los cocodrilos no nos metían antes cuatro bocados como pasó al poco, de hecho), me fijaba yo bastante en una chica preciosa que llevaba un liputa naranja, brillante como de seda y tal cuando se me acerca un chaval para decirme mondele, ¿te gusta, la quieres?
No llevaba yo el horno para tan lindos bollos -dicha sea la verdad-, que estaba mi cabeza y de ahí para abajo, concentrado todo ello en otros menesteres más acuciantes como los de traerme a mi hija a España. Que llevaba yo el pasaporte conseguido como oro en paño bien guardado y si alguien trata de birlármelo lo mato: oye, tal como te lo estoy diciendo que lo mato. Vaya si lo mato.

Si no llega a ser por esa circunstancia que ya digo, nos pasamos luego el chico, la chica y yo por mi habitación en la casa de los jesuitas que me acogían en Brazza y me trajino a la susodicha por una latita de sardinas (recuerda el lector ...?). O por diez bombons. Vaya, ya puestos igual me gasto 10 Fr CFA (200 PTA). No sé, oye, o gratis! que para ellas abrírsele a un mondele, aparte de ... ummm, ouuu!, es todo un prestigio social. Tal como te lo estoy diciendo que lo hago, vaya si lo hago!
Termino ya para no alargar mucho el cuento, no sin antes deciros que NAKOZONGA significa regresaré.
Y regresé, vaya si regresé ...
a llevarme aquella sonrisa,
aquellos ojos que andaba yo buscando.
Como te lo cuento que lo hice, oye.
 
Perdonadme las historias de la embajada y la travesía en ferri:
no vienen al caso ya que ocurrieron ... 
¡ dos años después de estos MINKANDÁ !
3:23,63
...............................................
 
*
¿Te suenan apellidos tales como Bouygues y Mitterrand? El segundo, desde luego: es el hijo del que fuera presidente de la república. Y Bouygues es el dueño de la mayor empresa de construcción francesa. En el libro de la derecha se explican sus rapiñas canallescas en el África francófona. Las suyas y las de docenas de ladrones con apellidos ilustres (ilustres, por qué) que ocupando altos cargos en el estado tiene la facilidad de robar sin que jamás les pase nada. Al contrario, son agasajados en embajadas, ministerios y ecos de sociedad. De nuestra sociedad en que vivimos mirando para otro lado.

MINKANDÁ, Cap XVIII (clip 1:11,00)

Tengo para mí que a veces es más dulce la tristeza que la alegría.

Pero ¿quién puede medir eso? Alguien podrá decir aquello de que 'nada es verdad ni mentira, que todo es según el color del cristal con que se mira'.

En mi viaje al África profunda yo llevaba unos cristales de color especial. No tengo empacho en decirlo y, pasados veinte años, aún me congratulo de ello.

Un color que me facilitara -como ya dije- el reencuentro con aquellos ojos en los que yo me miraba y aquella sonrisa que me habían dejado no mucho tiempo antes.

Y mientras correteaba trisca que te trisca por acá y por allá me preguntaba a menudo si realmente los estaría encontrando.

Lo que sí constataba a medida que transcurrían los días y las horas era que me estaba volviendo a enamorar.

Oh, cielos!
 
1:11


MINKANDÁ, Cap XX PANADERÍA (clip 2:36,58)


2:36,58
Tengo para mí que cualquier elección deja fuera una o más posibilidades. Cuando los congoleses 'eligieron' ndoki eliminaron cosas como por ejemplo la banca.
La sociedad civil carece de bancos. Si reúnes un poco de dinerito (1), entonces tienes un problema, amigo. A ver cómo lo solventas.
Tus parientes se enteran, se te acercan. Te felicitamos. Lo celebramos comiendo, bebiendo, cantando. Pagando tú que para eso tienes dinerito y te pedimos un poco, no mucho.
Ah, pero yo les digo que no puedo ni siquiera prestado: tengo planes para invertir en un buen negocio.
Cuidado, amigo! Corres serio peligro! Si en represalia te echan mal de ojo -ndoki- vas arreglado, te va a pasar algo. Primero va de aviso. Luego la cosa se pondrá peor (me refirieron casos hasta de muerte por envenenamiento. Mi viudedad, desde luego, era un caso sangrante de ndoki: averigua quién ...)

La cultura animista, atribuye vida anímica y poderes a los objetos de la naturaleza y creen en la existencia de espíritus que animan todas las cosas (los obispos también). Esa es su coartada: no han sido ellos los causantes de tus males, los espíritus lo fueron. A veces se reúne el clan familiar durante interminables horas -o días- para dilucidar las causas de por qué el primo fulanito ha contraído la polio o el sida. O se ha roto una pierna. Todo, todo tiene un porqué. Hay que averiguarlo, pues detrás, encima o al lado está el ndoki: a ver cómo salimos de esta.
Entonces tú, que conoces de sobra esta mecánica, les das un poco de tu dinerito no vaya a ser que te caiga el mundo encima.
Tanto dinerito ahorrado vas soltando que cuando te quieres dar cuenta se evaporan tus dineritos. Adiós negocios, bienestar, planes de futuro. Los parientes y amigos íntimos vuelven a sus cercanos o lejanos quehaceres. O sea, a holgar, que para trabajar ya están ellas. Si acaso cazar o pescar. Así que, bancos para guardar, ¿qué?
Nuestras sociedades del norte no 'elegimos' el ndoki. Pero nos quedamos con la banca. Por ejemplo. Vivimos inmersos en una sopa bancaria, rodeados de sucursales por el N, el S, el E y el O. Por tierra, mar y aire. Cada aldea, barrio o esquina. Todos ahora con su deudita incorporada que vamos pagando entre todos con la mejor buena voluntad (!).
Nos va diferente. Somos, no sé cómo diría yo: otra cosa más civilizada, más desarrollada. Progresista, sí. Nos va bonito. Ellos nos admiran, nos envidian. El 80 % de ellos daría cualquier cosa por subirse al norte.
(1) Reunir dinerito: pero no a base de sueldos. La insignificante minoría que trabaja lo hace por unos 12 €/mes cuando los cobra. Con ese dinerito en el bolsillo se les plantean grandes dilemas. Por ej., comprar un saco de mandioca (el alimento básico para toda la familia para todo el mes) o una pastilla de jabón: y punto ... final!

miércoles, 2 de octubre de 2013

MINKANDÁ, Cap XXIV y último (clip 7:26,64)

¡ MI VIDA por ESOS OJOS del último fotograma,
y EL GRITO que se escucha, MI GRITO !
 ¡ Gracias ! 

Un breve resumen de los 23 capítulos anteriores, con las imágenes más significativas y otras muchas inéditas. Además de los
 
TÍTULOS de CRÉDITO
(fondo musical: percusión de tambores OKIWOWO)
 
Fin de CUADERNOS DE UN GRAN VIAJE, con
mi reconocimiento más profundo a
 
EDUARDO FERRER GRIMA
sin cuya curiosidad proclamada en septiembre del 2013,
estas ENTRADAS que hoy terminan
no hubieran visto nunca la luz en este Blog.
Gracias, Eduardo
 

lunes, 30 de septiembre de 2013

Minkandá, cap. XXIII, ¡ NUNCA MÁS ! (clip 3:20,13)

Tengo para mí que

ese mismo rostro que buscaba
no lo encontré:

"... quizá tu amor habite ahora en medio de aquellas gentes,
de aquellas arenas y selvas",
 
me había dicho a mí mismo.


Pero la exacta mirada de aquellos ojos;
la sonrisa misma que confuso aún yo buscaba
allí no estaba.

Encontré miríadas de otros ojos.
Sonrisas tan humanas, [¿dudáis aún? no pienso]
tan dulces como la añorada aquella,
la suya, su mirada !                     [Todavía hoy escondidos
                      entre oscuras estrellas lejanas
                                  sus fulgores cercanos]

Miles de tiernas,
dulces miradas salieron a recibirme
 y ya NUNCA MÁS de mí se separaron.
 
Conmigo viajaron
pegadas al vibrante
gélido acero de alas grises
que me devolvían ya
[ay, qué veloces]
a estos páramos del Norte:
 
 y ... desde aquel añorado entonces,
¡ NUNCA MÁS mi norte !
 
3:26,13

MINKANDÁ, cap I PRESENTACIÓN (clip 4:16,39)

Tengo para mí que cuando a alguien se le muere lo más querido de su mundo y de su vida afronta, velis nolis, un gran problema.
 
Algunos de los lectores de este Blog han expresado su voluntad de conocer algo más de cómo yo intenté vivir aquellos primeros años de la década de los noventa. Pues bien, intentando llenar en parte su curiosidad y jugando a ser un poco literario me atrevería a resumirlos con la palabra que encabeza esta Entrada: minkandá, que significa 'cuadernos' en lingala, una extendida lengua del África subsahariana que estudié durante los dos años que dediqué a prepararme para viajar al África profunda. Un continente que me daba pánico.
 
Desde niño. Los niños son pequeños pero no imbéciles y yo había visto películas en que percibía toda clase de males sin mezcla de bien alguno para los estúpidos europeos que allí viajaban. El porqué elegí tirarme a ese pozo precisamente resulta una larga y seguramente extraña historia que se me hace casi imposible resumir.
 
Igual que a algunos les daba por entrar en la legión, a mí me dio por estudiar cosmología en cantidades industriales. Un instante, por favor, que ustedes leen mucho más deprisa de lo que yo escribo: lo sé, quieren ver desde ya una posible conexión entre el fallecimiento anunciado desde varios años antes de Mercedes, mi amada mujer, y mi dedicación a tan rara materia.
 
He de decir que ya sabía con anterioridad bastante de esa materia, pero ahora estudiaba con la intención de aproximar una respuesta medio decente a una incógnita acuciante. Puesto que desde mi agnosticismo (no beligerante) no encontraba respuesta alguna en el espíritu a la pregunta de qué sería de su cuerpo cuando falleciera al fin y a cuya destrucción progresiva asistía a diario, buscaría una respuesta en la materia.
 
No se rían, o bueno -mejor pensado- hagan lo que quieran, el caso es que me empapé durante un par de años de astrofísica, química estelar y física cuántica. Una belleza, afirmo. Pero en esas estaba cuando además, y por si fuera poco, me dio por mantener una serie de charlas con un filósofo y teólogo prestigioso -que conservo bien transcritas, me permitía grabarlas- y que me hablaba de Ludwig Wittgenstein, Nietzsche y hasta de Richard Harris, el actor protagonista del film Un Hombre Llamado Caballo.
 
¿Se van ya haciendo una idea de por qué vericuetos transitaba yo en aquellos entonces? Quizá no. Pero el caso es que un buen día, Andrés -que así se llamaba- va y me espeta:
 
- Valen estas charlas y teorías, pero si no actúas eres hombre muerto. Quizá la vida te ha grabado en la piel de forma indeleble una marca iniciática. Averigua qué pueda haber detrás de ella. Preséntate en esta dirección. Diles que vas de mi parte.
 
Así fue como me vi sin pensarlo dentro de un Voluntariado de Marginación donde me formaron y destinaron sin consultarme a la escoria de Madrid (sic). La primera vez que acudí -guardo un recuerdo imborrable- me sorprendió sobre todo el olor, mezcla de verdura cocida y lejía. En aquel lugar tenían recogidos a más de cincuenta homeless. Transcurría el año 1991. Aún acudo allí.
 
La cosa se complicó de forma definitiva cuando escuché a Andrés decir de pasada que había dado un curso en Kinshasa. Llegué a casa, abrí un atlas y me dije: ahí vas a ir tú, quizá tu amor habita ahora en medio de aquellas gentes, de aquellas arenas y selvas ...
 
 
Nota.- A mi regreso monté con un amigo el documental del que he extraído algunos resúmenes que iré mostrando en sucesivas entregas. Fue estrenado en abril de 1993 en el salón de actos del Colegio Mayor de África en Madrid que se llenó a rebosar. Le siguió un vivo debate entre el público asistente, moderado por especialistas europeos y congoleses.
Aquí la primera entrega:

 4:16,39

jueves, 26 de septiembre de 2013

Minkandá - ODZALA, cap XVII (clip 08:36,39)

Tengo para mí que aquel fue un día irrepetible,

uno de esos en que la diosa fortuna te muestra
un panel de vida
hasta entonces solo soñada

 
 
08:36,39

miércoles, 25 de septiembre de 2013

lunes, 23 de septiembre de 2013

MINKANDÁ, Cap XVI ETOUMBI (clip 02:34,13)

Transcripción literal de
Cuadernos de un Gran Viaje
 (Clip de vídeo:
abajo, al final)

Imposible. Posturas inverosímiles. No tengo memoria de haberme lavado todo el cuerpo en una palangana pero en Etoumbi no disponemos de agua corriente. Te asomas por la ventana, tiras el agua y tienes una veintena de ojos que te miran. Te sonríen porque esperan que les digas algo. Lo que sea, algo. Y el retrete un tabuco, oye. Chiscón enano: antes vas a un grifo -lujazo, mira- a llenar un cubo de agua. Colocas una toalla de baño y tienes una puerta. Es todo tan fácil ... ¿qué más necesitas, papel? si crees que viajamos sin eso no has sido nunca un 'blanco' allá.
 
Encendemos con mucho miedo una bombona oxidada (había estallado otra igualita un par de semanas antes): de milagro no murió un compañero. Nos preparamos una especie de macarrones a los que añadimos lo que tenemos a mano. Calentamos carne de gacela.


Resulta que Mamá Therése ha traído mandioca para comer en un sachet con sumo cariño. Qué ataque de risa cuando vemos a Mamá busca que te busca angustiada entre los bártulos de viaje. Le pregunta José:
 
- Pero, chica ... ¿qué buscas? Dice ella:
- Mi mandioca ... José se pone blanco.
- ¿No será una mandioca que acabo de dar a un pobre? Ahora ella se pone blanca (o sea, los ojos rojos).
- Eh, mi manioc ... ahora ¿qué como yo, eh?

Así que invitamos a Mamá Therése a compartir con nosotros unas pitanzas que alaba mucho (qué suerte que José regaló su manioc ) porque está todo pero que tan bueno!


Los nativos son muy expertos en apariciones. No los ves llegar, no trates de averiguar cómo ellos ... déjalo, no pierdas tiempo. Merodean sin cansancio con algún tipo de recado importante a las horas de la comida. Ríen mucho, hacen gracias, ceremonias mil. Acaban desayunando con nosotros o comiendo algo en un plato mientras se dilucidan "muy trascendentales asuntos".

Oh, sí, de vida o muerte.
 
En la casa parroquial de Etoumbi tampoco hay luz eléctrica. Aprovechamos la batería del coche para encender un par de tubos fluorescentes. Comparada con el resto del poblado, la casa es de alto standing. Mamá Therése me enseña todo Etoumbi, 11.000 habitantes. Ambiente mucho más cosmopolita que el de Kellé y la gente no tan "cazadora",  de mente más abierta, más moderna. Dónde va a dar!
 
Recorro las salas de un hospital. Me introducen en una habitación en la que yace un viejo muy enfermo: el olor a carne podrida me resulta imposible de soportar. Aguanto el tirón como puedo, lo saludo y le deseo pronta curación. Hay dos mellizos con su mamá al lado en la maternidad (las llaman mamá mapanza). Mamá Therése les regala dos pastelillos hechos por ella que ha traído para ir vendiendo por el camino a 10 Fr. CFA (4 PTA). Deposita unas monedas en un frasco de cristal porque da suerte. No hacerlo acarrearía disgustos inimaginables para un mondele (blanco, siempre se dirigen a mí así). Tú no tienes que hacerlo, mondele -me dice-,  a ti no te afectan estas cuestiones de mapanza (!).
 
Después de cruzar el Likouala en una plataforma de hierro flotante accionada por un sistema arcaico de cables, nos dirigimos a toda velocidad a Mbomo por buena pista. No queremos llegar de noche. Con cuidado pero lanzados, a más de 30 km/h. En África muere más gente en accidentes de tráfico que de sida, malaria, etc., y cuando ocurre uno de ellos salen huyendo despavoridos en cualquier dirección. Lo de menos es hacia dónde.

Vamos en silencio, a esas velocidades es preferible.
Nos hospeda en su casa una mujer con hijos y separada (es decir, una mujer como la mayoría de ellas).  Sin luz, sin agua, sin camas (como la totalidad de ellas). Lo primero lo solucionamos con velas. Lo segundo con bidones que traemos desde Kellé. Lo tercero con dos catres plegables que viajan con nosotros por si se avería el todoterreno y te pasas una noche –o dos- al raso esperando a que pase por ahí otro loco como tú: hay locos, claro que sí, pero de esa clase apenas existen y encima apenas viajan.

La casa en cuestión es un almacén destartalado de esos que se usan para trastero de casa rica de campo. El techo, de latón (tôle, dicen en francés). Los cinco hijos de la mujer abandonada por su marido comían en el suelo del pasillo o en minúsculos taburetes. El único mueble de toda la casa es una mesa muy grande con bordes de tipo isabelino (!). Mientras comíamos sin remilgos ni miramientos y como se podía sobre dicho mueble desvencijado -aunque palaciego-, he aquí que se asoma un pobre por uno de los ventanucos.
 
Decir un pobre es no decir nada. Te  puedes imaginar. Aquí todos son pobres, todos piden más o menos, con mayor o menor sutileza. José, que ya lo conocía, trata de entretenerlo. Le da palique a ver si se marea y se marcha Qué ingenuo pareces a veces José, o que ya sabes demasiado. Al fin, le regala nada menos que ... una lata de sardinas !

Vaya pedazo de regalo. Por una de esas latas te acuestas con la más guapa del lugar las veces que te de la gana. Todo un tesoro, lo sé y tú créetelo.
 
Pegajosos hasta dejarlo de sobra. Como no tienen nada pues así son. José se cabrea, los echa, los aparta. Ya no sabe dónde meterse, les habla en castellano para que no le entiendan, les dice que no y que no. Luego, que bueno ... anda, toma.
 
Cada vez que llegamos cansados, polvorientos y sudorosos del tío-vivo incierto de una pista y empezamos a de­sempaquetar nos rodean alborozados: se presentan con muchos saludos, apretones de manos. Siempre llegan muchas ancianitas a pedir confesión. Me agarran del brazo. Es su forma de saludar:
 
Mbote, mbote na yo, mondele, sango nini, ozali nini. Tala, mpio mingui awa (hola, blanquito, hola, ¿qué tal, cómo te va? Ya ves el frío que hace por aquí ...!): 22º, para ellas un horror.


Algunas vienen a que José les de un rosario de plástico. Ya no pueden, es que no pueden estar más tiempo sin ellos; así  no hay quien viva.

Aquellas tienen gran urgencia: un escapulario pero ya mismo.

La otra, que me bendigas -por favor te pido- esta botella de agua.

La de más allá, que vengas a toda prisa, pero corre, que mi choza está lo que se dice abarrotadita de espíritus.

Unos -del consejo parroquial-  que a ver cuándo se pone en marcha una cooperativa. De lo que sea, da igual.

Este, que -por lo que más quiera, por el mismísimo Dios vivo- necesita una plaza en la baca del coche pues ha de visitar a un -supuesto, falso- pariente enfermo.

- Pero, chico, ¿dónde está tu pariente?
- Y yo que sé, ¿por qué tengo yo que saberlo, a ver?, pues ya me enteraré por el camino. Vaya problema ...!
 
Mira, oye, José ya no puede más. En perfecto castellano, nada menos que del reino de León, explota gritando:
 
- ¡Dejadme en paz de bobaditas, eh! ... dejadme en paz de bobaditas!
- Jaaa, ja, jaaa ...!

Una estruendosa carcajada estalla espontánea. Mon père se ha enfadado un poquitín. Claro, está muy cansado del viaje. Es por el viaje, sí, sí. Pero nos ha dicho a todo que sí! Qué bueno es mon père, qué buena suerte nos trae siempre mon père.
 
Volviendo al asunto -muy crucial, trascendente si alguno lo es aquí- de las sardinas enlatadas. Los espabilados hijos de la dueña de la casa no quitaban ojo a la latita de marras. Atentos a la operación y  aguantados para no espantar la pieza ni despertar sospecha. En cuanto el pobre tonto se aparta del ventanuco con su tesoro en las manos -repito, tesoro-, fiuuu ... dispara­dos como cohetes, oye.

Lamentos, quejas, protestas ahogadas, cuatro patadas ahí fuera ... pim, pam ... pim, pam.

Se acabó. Silencio sepulcral. Ni el vuelo de un mosca se oye. De verdad. Diez segundos mal contados. Todos otra vez de vuelta en el pasillo: no ha sido nada, tranquilos todos.

Los veo sentadi­tos ahora ya, tranquilos ellos, trajinándose la susodicha lata. Cuidado, calma y esmero, que esta clase de reparto ha de hacerse muy bien o acarrea problemas. Cuando por la noche les pregunto por su acción de comando operativo bien entrenado, me contestan sorprendidos que todo lo ocurre en su casa -o en sus extensos, muy extensos alrededores- es controlado por ellos (que es para ellos, vamos, hablando en plata; y ni mon père ni ma mère que valgan).

Otro ejemplo más de su muy alta preparación cinegética ya desde jovencitos.
 
Al anochecer asisto a una misa en una medio iglesia a medio hacer. O que me dicen que es la iglesia. Es igual, lo que sea. Como no hay dónde sentarse, permanezco en pie. Pero una mujer me acerca enseguida un ladrillo que tenía ella para sentarse. Con una sonrisa le doy las gracias. No puedo aceptarlo. Pues faltaría más, hombre. Voy yo a ... ¿Sí? que te lo has creído: Eva-Blonde -que ha venido desde Etoumbi con nosotros, hija de Leoní-  me advierte de inmediato al oído:

- Oh, no, no hagas eso, mondele, sería un desprecio fatal, siéntate.
 
A la salida me dicen que vendrá con nosotros al Parque Nacional de Odzala. Me alegro porque es muy coqueta, seductora. Ha estado en Bulgaria y Rumanía cuatro años con una beca para aprender patinaje sobre hielo (!) y está loca por regresar a Europa. Sólo espera que su padre le envíe el dinero del billete. Él está separado de su madre y vive en cierto paraíso europeo.
 
Acababa yo de tener precisamente una conversación muy reveladora con su madre -Leoní se llamaba- en Etoumbi. Me pareció una mujer atractiva. Le mostraba yo la separación que observaba tan radical entre hombres y mujeres en el Congo en general, y allí mismo donde nos hallábamos hablando en particular.
 
- Mira, veo ahí a tus amigas todas juntas, y aquí enfrente a los hombres.
- Sí, es la costumbre.
- Pero en el matrimonio también funcionáis así.
- Sí, nosotras servimos al hombre.
- Vosotras sois cristianas.
- Claro.
- No tan claro, el cristiano sirve por amor. Entre esposos es lo mismo. Se me queda mirando perpleja.
- Ese amor del que hablas es cosa de intelectuales. He oído hablar de esa forma de quererse. Sé lo que dices, pero eso es para 'intelectuales'.
- ¿Piensas que Jesucristo hablaba para intelectuales?
- Oh, no, para gente sencilla.
- ¿Entonces?
- Está bien, de acuerdo. Te lo confesaré: nos sentimos sus esclavas. Las mamás ya muy mayores, no. Pero esas amigas mías que están ahí sentadas te lo reconocerían todas si se abrieran a ti. ¿Qué podemos hacer? Es la tradición.
- Quizá podríais luchar contra ella puesto que además no es cristiana.
- Luchar ... ya, luchar…
 
No olvidaré nunca la mirada con que hemos cerrado esta conversación, mezcla de cariño inmenso, gratuito. Y a la vez un abrazo hondo, muy personal, un grito mudo de socorro. Joder, lo que me ha dolido esta mirada. De las que te dejan cicatriz, coño. Había hablado en Etoumbi con una niñita muy dulce, muy pausada: resulta que era hija de ella y de otro padre distinto. Se llamaba Leoní esta mujer como digo, en fin.

Esta noche en Mbomo intento conciliar el sueño tumbado sobre mi catre portátil en aquel cuartuco. Atento al susurro de los hermanos y hermanas de la casa que entonan a coro melódicas oraciones antes de dormirse, run run sss ...  run run sss ... run run sss ...
 
La tenue lumbre de una lucecilla que cabrillea desde el pasillo en una lamparilla de petróleo se filtra oscilante por entre las rendijas de unas tablas que hacen de puerta del negro cuchitril. Cuchitril y negro. Esa noche my home, sweet home.

De madrugada saldremos para un safari de ojeo. Excitado más que agotado por el cúmulo de vivencias venidas y por venir, ya es que no puedo más: caigo, al fin, profunda, muy profundamente dormido. Mañana amanece temprano.
 
 Y tú, si has llegado hasta aquí, relájate un poco también.
 
Anda, escucha y mira, que

"los ojos siempre son niños",

como decía la anciana madre de mi buen amigo Filo
 
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